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El esplendor de Tulum: un encuentro de la historia con la naturaleza.
‘No creo haber visto un lugar en toda mi vida con una ubicación tan hermosa’
Esta frase, de una adaptación del libro Orgullo y Prejuicio, describe la ciudad amurallada de manera perfecta.
Lo que podría causar confusión es que Tulum es el nombre un sitio arqueológico, el nombre del pueblo en el cual se encuentra ubicado, y también la zona de playas que se encuentra a un costado se llama de la misma manera; lo chistoso es que parecen ser tres lugares totalmente diferentes. En este caso, nos referimos al primero de los tres, un lugar muy especial, incluso por aquellos que no tienen tanta interés en conocer los sitios históricos durante sus vacaciones.
Siendo un lugar más pequeño y más compacto que Chichén Itzá, el camino inicial para entrar no está muy largo, y en pocos minutos puedes gozar el momento al salir del otro lado del túnel que atraviesa el muro de entrada (después de bajar la cabeza para evitar que se golpean con el techo), detenerte un segundo para enderezarte, y luego empezar a enfocarte en la vista…
Allí se ven los restos de la ciudad amurallada, espaciados sobre un terreno con pasto, sino generalmente seco; y la izquierda, verás el Castillo, el templo principal, y más grande, de Tulum. En comparación con otras zonas arqueológicas, ésta se siente diferente, quizás por estar rodeada de tanta naturaleza. Es difícil quitarte la idea de que hay algo más aquí, algo escondido, y de repente lo entiendes; cuando llegas al otro lado del Castillo, quedas totalmente alucinado por la vista del mar turquesa y el reflejo reluciente del sol sobre el agua.
Las ruinas de Tulum están ubicadas literalmente a la orilla del mar caribe, de hecho, es la única ciudad maya construida tan cerca de la costa. La vista de fondo es el arma secreta de esta ciudad, es un panorama que te permite disfrutar de la historia y la naturaleza en una sola mirada. Hasta ahorita, no hemos tenido la fortuna de poder observar un contraste tan sorprendente como acá: edificios de tiempos pasados, de color arena, frente al mar azul y brillante, siempre renovándose. Es una vista que puedes contemplar durante mucho MUCHO tiempo…
Y no termina allí. Ta vez parece como una tortura tener un mar riquísimo tan cerquita mientras sufras el calor de explorar el sitio, ya que el sol suele pegar muy fuerte. Sin embargo, si te asomas a la orilla del acantilado te das cuenta que los sueños realmente pueden hacerse realidad. La caleta pequeña al pie del acantilado (accesible por medio de unos escalones de madera) es apta para nadar. No te olvides tu traje de baño, quizás será el baño más refrescante que tomarás en toda tu vida.
En cuanto a las ruinas, sugerimos que realmente vale la pena tomar una visita guiada, para disfrutar de la experiencia completa del sitio. Por el tamaño de la ciudad, la duración de las visitas no se extienden por un tiempo excesivo, y los guías señalan unos datos super curiosos; a nosotros nos encantó que nos mostrara lo que parece ser una mujer dando a luz, grabada sobre la fachada del Templo de los Frescos, un detalle del cual nos hubiéramos perdido sin la ayuda de un experto.
No cabe duda de que es una ciudad de contrastes; empieza con todo el ajetreo de la gente en las taquillas, y luego la serenidad de la naturaleza en el camino a las ruinas, rodeado de jungla, que se encuentra después de la entrada. Es como si entraras a otro mundo…
Un dato poco-conocido: Si te gustan los eventos únicos, sugerimos que trates de ver el fenómeno del solsticio de invierno (el 21 de diciembre). Poco tiempo después del amanecer, la luz del sol entra por una ventana del Templo del Dios Descendiente, ubicada de tal manera que la misma luz llega a iluminar el área inmediatamente debajo de los manos de los dioses ilustrados en la pared opuesta.
Con gusto te podemos reservar una excursión en nuestra mesa de concierge!
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