HospitalidadInfinita
Descubra y viva experiencias únicas de bienestar en México.
Descubra y viva experiencias únicas de bienestar en México.
El Cuyo. En nuestra experiencia, si el copiloto no trae puesto sus lentes, puede que acabes en El Cuyo…
Permítanos explicarte por qué…
Con mapas y GPS en la mano, teníamos toda la intención de llegar a Rio Lagartos, en la costa norteña de la Península de Yucatán. Por haber escogido la carretera libre, tal vez no iba a ser tan bien señalizada, sin embargo. no pensábamos que nos fuéramos a equivocar de camino. Después de haber perdido la primera salida sin darnos cuenta y haber tenido que confiar en “Lola” (nuestro GPS) para llevarnos por otra ruta, deberíamos haber sospechado que eso iba a pasar de nuevo.
Entre lo más hermoso de la ruta libre que escogimos era que no había otros vehículos, y que nos llevó a observar la vida dentro las aldeas en el corazón del Yucatán; pudimos ver las caras amables de gente parada al lado de la calle en diferentes puntos, y además pasar por una zona con árboles que formaban un arco natural sobre el camino, dejando su sombra.
Llegamos a cierto punto en el que sabíamos que no podíamos estar tan lejos de nuestro destino, y tal vez por eso nos relajamos un poco, disfrutando del camino. De repente, el paisaje alrededor empezó a cambiar. Parecía por un momento como si estuviéramos sobre un puente, pero no era así. En ambos lados del camino apareció un área de agua, lo cual impulsó la pregunta,
“¿Es una laguna?”.
“No, creo que son charcos” fue la respuesta de nuestro copiloto.
Tal vez aquella respuesta hubiera sido suficiente si no fuera por los puntos rosados que luego percibimos dentro de los “charcos”.
“¡Son flamingos!”
Efectivamente sí, eran flamingos, y se encontraban muy cerca a nuestro camino; de hecho, estaban tan cerca que pudimos parar el auto y tomar una fotos hermosas. Y ni siquiera llegaron a espantarse ni molestarse. Simplemente seguían sus actividades, con un porte majestuoso y precioso.
En ese momento nos dimos cuenta que no era el camino a Rio Lagartos, y que habíamos arribado, sin querer, a El cuyo.
Encontramos aquel pueblo de pescadores totalmente por accidente, y con mucho gusto nos estacionamos para ir a explorar. El ambiente era de mucha tranquilidad, y tenía casas y locales pintados de colores alegres, lo cual es típico de un pueblo costero. Había varios restaurantes informales que ofrecían pescado fresco y todo tipo de mariscos, y el sol pegaba fuerte, motivándonos a acercarnos al mar.
La playa estaba delineada con muchas palmeras y otras plantas, y el resultado fue un enorme contraste de colores: entre el azul brillante del mar y el cielo, el blanco luminoso de la arena, y el verde radiante de la flora. Si alguna vez quisieras presumir haber estado en una playa desierta del caribe, entonces éste sería el lugar perfecto para hacerlo; además, está a unos pasos del centro chiquito del cuyo. Con el fin de conservar la flora y fauna de esta área, El cuyo es una zona protegida.
En fin, hay que dar las gracias infinitas a nuestro copiloto por no haber traído puesto los lentes ese día, y por haber (erróneamente) confiado nuestra ruta a “Lola”. De otra forma, no nos hubiéramos topado con esta joya; el lugar perfecto para aquellos en busca de serenidad, un escape romántico, o un encuentro con la naturaleza…
No olvides pedir recomendaciones a nuestros concierge para visitar El cuyo.